viernes, 17 de junio de 2011

Arquitectura sostenible en Extremadura

Ciudades como Cáceres han apostado por nuevos modelos de desarrollo en los que este tipo de construcción juega un papel clave

Aprender de la historia es un saber al que hemos dado poca importancia en los últimos años, especialmente en los campos de la arquitectura y de la construcción. Históricamente, todas las civilizaciones hicieron suyos los mejores valores de sus antecesores, los utilizaron y los perfeccionaron. Los romanos asimilaron modelos constructivos etruscos, estilos griegos y otras técnicas de pueblos de Oriente. Y así sucesivamente hasta nuestros días. En los últimos tiempos parece que tenemos que empezar de cero y que no sabemos aprovechar los valores y conocimientos que nos dejaron nuestros abuelos y apoyarnos en ellos, progresar.

Hasta hace pocos años existía una arquitectura tradicional extremeña que entendía el valor (natural y económico) de su entorno y, por tanto, lo cuidaba y hacía un uso inteligente y sencillo de los recursos próximos. El sol y el aire estaban siempre presentes, y el agua se sabía como un bien escaso.

Estos recursos se empleaban siempre para enfriar, calentar u obtener confort en las viviendas. El grueso de los muros servía como amortiguador térmico, la cal blanca como técnica reflectante que preservaba las paredes de las altas temperaturas, los patios eran empleados para crear sombra y forzar las corrientes de aire, y el agua, que corría por las calles, se utilizaba para refrigerar los espacios. En esta arquitectura tradicional extremeña se guardaba por la noche el ganado en los establos, que se situaban de manera estratégica debajo de las habitaciones de las casas para que el calor de las bestias ascendiera y las mantuviera caliente durante la noche. Todo ello, construyéndose con materiales autóctonos de acuerdo con la climatología de cada comarca: la piedra, la pizarra y la madera en las zonas de sierra de la región, o el adobe y las bóvedas de ladrillo en las llanuras extremeñas.

A esta manera de construir ahora se le llama arquitectura sostenible. En la actualidad, los pueblos y ciudades, incluso los extremeños, están empeñados en inventar una arquitectura sostenible. Pero no somos conscientes de que solo es necesario mirar a la historia reciente de Extremadura para entender las herramientas de construcción empleadas por nuestros antepasados y adaptarlas a las necesidades contemporáneas, es decir, con un lenguaje actual, no pasado.

Estamos cada vez más acostumbrados a la palabra sostenibilidad y a los prefijos 'eco-' o 'bio-'. Los escuchamos habitualmente en los telediarios y otros programas de televisión, en la radio o los leemos en la prensa y en Internet, también nos llegan a través de la publicidad de infinidad de productos de todo tipo. Incluso escuchamos estos conceptos sin llegar a entenderlos bien aplicados a aparatos de aire acondicionado. ¿Cómo el aire acondicionado puede ser ecológico?, es posible que unos equipos tengan un menor consumo que otros, pero solo eso. Lo óptimo es que los edificios y las viviendas estuvieran diseñados para que el aire acondicionado no fuera necesario como lo hacían nuestros abuelos. Pero hoy lo políticamente sostenible (aunque se trate de una falsa sostenibilidad), interesa.

En la urbe nos hemos inventado normas que nos dicen que debemos ser respetuosos con el medio ambiente, utilizar los recursos cercanos, entender el agua como un bien escaso, etc. Asimismo, se crean esquemas del funcionamiento de una casa ecológica donde en complicados diagramas vemos como por la noche es mejor abrir para ventilar y por el día cerrar para proteger. ¿Quién no recuerda las riñas de nuestros abuelos diciéndonos que cerrásemos la casa durante el día y la abriéramos por la noche? La arquitectura ecológica es el espejo de la arquitectura extremeña tradicional.

La palabra sostenibilidad se debería asociar a responsabilidad, pero en los últimos años se ha devaluado. El arquitecto Andrés Jaque ya nos advirtió con la frase «ecologizar no es verdear» que la arquitectura sostenible no es una opción de militantes ecologistas, ni su única solución son cubiertas verdes, y que es responsabilidad de todos. La crisis energética, material y climática de los últimos años nos ha enseñado que es posible vivir gastando menos. Muchas de las soluciones ecológicas tomadas últimamente responden a medidas más económicas que ambientales, pero si son adecuadas deben permanecer, bienvenidas sean.


De la arquitectura tradicional extremeña no solo debemos aprender de la sostenibilidad constructiva. Hoy en día existen otras modalidades de sostenibilidad, como la cultural (que mira el patrimonio con cuidado, pero sin miedo al siglo XXI, conserva tradiciones basadas en la experiencia y no en las costumbres); la social (que se refiere a los transportes, a los espacios libres, al reciclaje, etc.); la económica (que logre el aprovechamiento de las oportunidades); la del entorno (que gestione adecuadamente el agua, los microclimas, o el tratamiento del suelo); la sostenibilidad de densidad (que persigue el adecuado grado de ocupación del suelo y que debate el crecimiento vertical de las ciudades); y por supuesto, la sostenibilidad energética.

Sistemas flexibles

En cuanto a la sostenibilidad en materia de vivienda, el reto es la consecución de sistemas flexibles. Es cierto que el mercado de vivienda existente es muy cerrado, pero esto debe cambiar. Una vez comprado un piso solo podemos decidir el tipo de suelo, las puertas que queremos o el color de las paredes. ¿No sería más razonable que los propietarios pudieran distribuir la vivienda en función de las necesidades que tuviera en cada momento sobre una base constructiva flexible? Es decir, dar la posibilidad de adquirir una vivienda con lo mínimo y que se pudiera ir transformando con el paso del tiempo en función de las necesidades vitales de las personas que lo habitan en cada momento (de la tradicional familia nuclear, la sociedad contemporánea ha pasado a una situación similar a esta: soltero/a, matrimonio, primer hijo, segundo hijo, emancipación de hijos, e incluso divorcio y nueva pareja, etc.). Pregúntense si han cambiado de vivienda porque su situación social o familiar ha cambiado en los últimos años.

La flexibilidad es clave para afrontar las diferentes necesidades de cada familia, pero el primer paso debe ser hacer entender este planteamiento a los usuarios y técnicos. Así lo hacían nuestros abuelos cuando compraban una casa, iban ampliando o modificando de uso en función de las necesidades y las etapas vitales de sus habitantes. En las últimas décadas las viviendas apenas han cambiado físicamente su distribución, pero sin duda la sociedad que las habita y hace uso de ellas ha cambiado de forma radical.

Compartir es vivir

También es muy importante a la hora de planificar las ciudades y los espacios urbanos el concepto de sostenibilidad (responsabilidad) social, muy arraigado en los países nórdicos, que permite disponer de sistemas comunitarios más eficientes y demás elementos comunes o zonas compartidas. De la misma manera que estamos acostumbrados a tener un ascensor comunitario o una piscina, por qué no podríamos tener guarderías comunes para una o dos comunidades de vecinos (en Francia son comunes las mini-guarderías de manzanas), espacios donde pasar la tarde leyendo u otros espacios comunes, pero bien regentados. Estas iniciativas son socialmente sostenibles, pero también lo son desde un punto de vista energético al evitar desplazamientos para llevar a los niños a la guardería. En algunos foros, como el de 'Imaginando las ciudades del mañana', arquitectos, biólogos o sociólogos están llegando a estas conclusiones. La arquitectura debe ser el vehículo para cambiar estos pensamientos de individualismo tan arraigados en la sociedad.

Densificación

Por otro lado, existe un problema en relación a la sostenibilidad de las ciudades y a su densificación, pero construir con altura no es un concepto nuevo y ya se enfrentaron nuestros antepasados, aunque a otra escala. Antiguamente, cuando se comparaba un terreno y no se quería ocupar la totalidad del mismo, se construía una vivienda con más de una planta para disponer así de más zona de cultivo o para el ganado. Si extrapolamos este sencillo planteamiento a las ciudades, asumiendo que no queremos tener playas de cemento por toda Extremadura y sí unas ciudades dignas, deberíamos plantearnos densificar nuestros pueblos y ciudades con edificios de mayor altura y, por qué no, construir torres, para tener más espacio libre, más espacio verde. Una ciudad en altura bien planificada puede mejorar la calidad de vida de sus habitantes, facilitar la movilidad interna al no existir grandes distancias y optimar el uso de las zonas comerciales o de los espacios verdes existentes.

El caso de Holanda nos puede ser útil. Su superficie es muy similar a la de Extremadura, con algo más de 41.500 kilómetros cuadrados. La diferencia es que los Países Bajos tienen uno de los problemas de suelo más importantes de Europa, ya que cuenta con alrededor de 17 millones de habitantes frente a los 1,1 millones de Extremadura. En Holanda están construyendo cada vez más edificios en altura, equipados con zonas verdes elevadas (además de otros valores sostenibles), que les permite vivir en muy poco espacio de ciudad, disfrutar de sus pocas zonas naturales y no crear playas de cemento urbano en los extrarradios de las ciudades. Y aún más inteligente, están rehabilitando todos los edificios vacíos del país para su uso.

Sostenibilidad ciudadana

En el contexto extremeño, ciudades como Cáceres han apostado por nuevos modelos de desarrollo en los que la sostenibilidad juega un papel clave. La iniciativa 'Cáceres crea Cáceres' (www.cacerescreacaceres.blogspot.com) diseñado por PKMN (www.pkmn.es) se impulsó en el año 2008 con los objetivos de trabajar sobre la identidad de la ciudad y de sus habitantes mediante la conversión del ciudadano en protagonista de la misma, así como de reactivar el casco histórico de la ciudad, hoy automusealizado y relegado a la actividad turística. Por otro lado, el proyecto 'Cáceres Creativa' se configura como un proceso de diseño de un plan abierto que busca estimular el capital creativo y el potencial innovador de las personas y organizaciones de Cáceres para definir un proyecto colectivo de ciudad sostenible. Este proceso se apoya en la innovación con las personas a través de la creatividad, en la innovación en las organizaciones a través de la colaboración; y en la innovación para la ciudad a través de la sostenibilidad y proponiendo una ambiciosa estrategia de intervención urbana.

Sostenibilidad turística

La sostenibilidad de los edificios y de los espacios públicos debe favorecer el bienestar de sus habitantes creando lugares agradables, prácticos, eficientes y atractivos. Este concepto de sostenibilidad se extiende más allá de la arquitectura o del desarrollo urbano. En sectores como el turístico, verdadero motor económico que ha sido de los que mejor está resistiendo la crisis económica, la sostenibilidad es uno de los aspectos que cada vez demandan más los turistas.

El turista de hoy en día que visita un espacio natural o un conjunto histórico valora que los establecimientos en los que se aloja, los servicios que utiliza o los espacios en los que se mueve sean acordes y respetuosos con el entorno o los recursos que han motivado su visita. Y menos aún en destinos de un alto componente natural e histórico-patrimonial como es el caso de Extremadura. Además, la sostenibilidad cultural y social de un territorio son claves para el atractivo de un destino turístico, es decir, la forma de vida, las tradiciones y la identidad de un lugar son elementos clave para la diferenciación del mismo para afrontar el entono competitivo del mercado turístico actual.

En definitiva, es posible en la realidad extremeña explorar nuevas posibilidades para la construcción de viviendas y edificios, y para la planificación y el desarrollo de los pueblos y ciudades de la región. En este proceso es fundamental asegurar la sostenibilidad del territorio extremeño en todas sus vertientes, como ya hicieron nuestros abuelos con la dehesa extremeña -ejemplo de sostenibilidad ambiental, económica y social-, aprovechando las oportunidades que ofrecía sin perjudicarla. Debemos aprender a emplear las armas de nuestros antepasados, aprender de la historia mirando al futuro.

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